¡con fiebre y maññoso!

Hoooolaaaa! Se agradecen sus visitas! Sólo espero que no se hayan ido muy espantados con mis crímenes ortográficos. Espero, más adelante, hablar en extenso sobre ese punto negro de mi vida.
Por estos días estoy muy nervioso, porque se viene el inicio de las clases (que deprimente) y ¡me ha pillado un rebrote de fiebre potérica!. Paso bastante rato de las nunca bien ponderadas horas de sueño, releyendo el quinto y sexto libro de la zaga, así como leyendo en foros y páginas Webs todo lo relativo al mago de gafas. Lo anterior, con el único fin de descubrir (como si no hubieran ya muchos especulando) qué demonios va a suceder en el séptimo libro, pero como ya hay miles de sitios dedicados al jovencito este, hablaremos de otra cosa, aunque, obviamente, pueden poner sus teorías si quieren.
Hace ya algún tiempo, estoy un poco mañoso, porque las personas adultas de mi medio insisten en que debo regular el número de garabatos (o palabras feas) de mi vocabulario. ¡Que desagradable! ¡Como si yo no supiera cuándo y cómo se deben usar!. La cuestión es que les dio con el temita y ahora hasta el que les diga hueon a mis amigos por teléfono, se ha transformado en un asunto polémico.
La cosa es que los garabatos siempre han constituido un tema polémico entre jóvenes y adultos más conservadores y “defensores de la lengua”, así como los modismos y las palabras extranjeras. Olvidan que la lengua se mueve, que cambia, que es un mecanismo vivo y sobre todo, que tanto su efectividad comunicativa como el valor de sus unidades, dependen del contexto. Hace rato que hueon perdió su valor agresivo entre amigos y hace rato que bacán ha pasado a ser una palabra de todos los días.
Veremos como se sigue dando este asuntillo. De momento nada más que decirles. Un abrazo gigante y pórtense bien, cómanse toda la comida (no importa que se pongan gorditos o gorditas) y sean felices. Chiau.