lunes, 7 de diciembre de 2009

Reseña

“Soñó con figuras negras que se deslizaban de un sitio a otro, esquivando la luz, para reunirse bajo la luna. Figuritas negras con ojitos rojos y afilados dientes amarillos.
Figuritas que empezaban a cantar:

Somos pequeñas pero somos muchas,
somos muchas y somos pequeñas,
estábamos aquí antes de que llegaras,
seguiremos aquí cuando te caigas.” (Neil Gaiman Coraline)

Estoy acostado, sin nada que hacer, disfrutando de una mañana, como hace mucho tiempo no hacía. Digamos que calculé mal y lo que pensé sería una mañana familiar, resultó un comienzo de semana para leer y flojear, rico hasta el hartazgo.
Quise escribir, porque acabo de terminar un libro tremendamente inquietante y quería comentarlo con ustedes.
Ayer, en una típica conversa por Msn, un primo me habló de “Coraline”. Quedamos de ver su correspondiente adaptación juntos y el asuntito se cerró para mí. No obstante, cuando vi salir esta mañana a mis padres, y comprendí que sería una mañana de soledad, decidí que bien valía la pena adelantarme un poco a la reunión con mi primo y leer por mi cuenta el librito. Es una novela corta de Neil Gaiman y èsta es su contratapa:

Al día siguiente de mudarse de casa, Coraline explora las catorce puertas de su nuevo hogar. Trece se pueden abrir con normalidad, pero la decimocuarta
está cerrada y tapiada. Cuando por fin consigue abrirla, la niña se encuentra con un pasadizo secreto que la conduce a otra casa tan parecida a la suya
que resulta escalofriante.

La solapa sugiere un libro de literatura infantil o quizá con algo de esfuerzo, juvenil. No obstante, es eso, y mucho más que eso.
Como lectores, nos dejamos guiar por el archi conocido inicio de libro infantil clásico, centrado en la figura de un chiquillo o chiquilla más despierto de lo habitual, al que trasladan a un lugar nuevo, que seguramente más de alguna sorpresa va a traer. Este lugar común, dialoga perfectamente con otro (el de los padres despreocupados), para introducirnos en una atmósfera nada desconocida, y casi es posible percibir la sonrisilla socarrona de Gaiman cuando termina de colocar las piezas, con otro típico recurso, a saber, la habitación cerrada y medio prohibida.
No obstante, se trata de Neil Gaiman y este comienzo nada novedoso está flanqueado a ratos por inquietantes alusiones a las ratas y de las ratas, sobre peligros raros, que parecen dibujar la auténtica pesadilla que se tomará la vida de la típica protagonista y heroína, gracia del libro, a mi juicio.
Como sabríamos que sucedería, Coraline traspasa el umbral que le estaba vedado e ingresa en un submundo, bien distinto de Narnia o Fantasía, y más bien semejante a lo que muestra El laberinto del Fauno o incluso Alicia en el país de las maravillas.
Naturalmente, aquí deberá enfrentar enemigos, cristalizados en una mujer horrible, artífice del absurdo mundo en que está inmersa, ladrona de almas, secuestradora de padres, capaz de manejar cadáveres, retorcer, y deformar lo creado. Contará con la ayuda de un gato malas pulgas (intertextualidad clarísima) y unos niños que habían caído como ella, tiempo atrás.
Me encanta la capacidad que derrocha este autor para transformar el típico argumento de cuento de hadas en una inquietante lucha entre el bien y el mal, con gusto a cuento de terror. Dios, pero es que las criaturas horrorosas, la angustia, e incluso la ternura que a ratos se deja ver entre algunos personajes, denota la maestría que exige un buen libro. Completamente recomendable, obviamente para niños, pero quizá incluso para más grandes también.
Lo curioso del asunto es que tras cerrar el archivo del libro (es una lástima que suene tan poco romántico) me quedó la sensación de horror que sólo puede ser curada leyendo más horror. Tomé por tanto el famoso libro de Joe Hill “fantasmas” en su traducción al español y… oohh intertextualidad… ¡el primer cuento traía intertextualidad con Coraline! Es una mención nada, pero me hizo sonreír y pensar en lo entrete que es divagar entre conceptos locos como sincronicidad e intertextualidad.
Esop. De momento, es todo. Un abrazo tremendo y ¡nos vemos a la otra!

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