miércoles, 1 de julio de 2009

¿Porcino?

“Era el tercer recinto, el de la lluvia eterna, maldecida, fría y densa:
de regla y calidad no cambia nunca. Grueso granizo, y agua sucia y nieve descienden por el aire tenebroso; hiede la tierra cuando esto recibe.
Cerbero, fiera monstruosa y cruel, caninamente ladra con tres fauces sobre la gente que aquí es sumergida.
Rojos los ojos, la barba unta y negra, y ancho su vientre, y uñosas sus manos:
clava a las almas, desgarra y desuella.
Los hace aullar la lluvia como a perros, de un lado hacen al otro su refugio, los míseros profanos se revuelven. (…)
Íbamos sobre sombras que atería la densa lluvia, poniendo las plantas en sus fantasmas que parecen cuerpos
En el suelo yacían todas ellas, salvo una que se alzó a sentarse al punto que pudo vernos pasar por delante.
«Oh tú que a estos infiernos te han traído me dijo reconóceme si puedes:
tú fuiste, antes que yo deshecho, hecho.»
«La angustia que tú sientes yo le dije¬-
tal vez te haya sacado de mi mente, y así creo que no te he visto nunca. Dime quién eres pues que en tan penoso lugar te han puesto, y a tan grandes males, que si hay más grandes no serán tan tristes.-
Y él a mí «Tu ciudad, que tan repleta
de envidia está que ya rebosa el saco, en sí me tuvo en la vida serena.
Los ciudadanos Ciacco me llamasteis;
por la dañosa culpa de la gula, como estás viendo, en la lluvia me arrastro.
Mas yo, alma triste, no me encuentro sola, que éstas se hallan en pena semejante por semejante culpa», y más no dijo.” (Dante Alighieri: La divina comedia. Infierno, Canto VI).

Sólo una vez, cuando niño, estuve tan complicado del estómago como por estos días, pero al igual que entonces, me lo tuve bien merecido. No hay ninguna justificación para la “chanchada” brutal de este fin de semana y lo más terrible, es que en ambas circunstancias, me advirtieron. Vamos, pero ¡es que me encanta comer! No me alcanza a elevar, como a un amigo, pero me encantan las cosas ricas y poco sanas. Debería recordar con más frecuencia lo que les espera a los golosos en el infierno de Dante. No sé como el poderoso influjo que ese libro ejerce sobre mí no me alertó a tiempo.
La molestia fue tal, que tuve que suspender mis actividades, porque entre arcadas con buenos resultados y malestar general, era bien poco seguro asistir a dar clases. Era un poco ridículo decirle a todo el mundo que era la guata… que no fueran a creer que era la porcina… que me recuperaría pronto.
Sin embargo, puedo agradecer el tiempo que se me dio para pensar, para detenerme un rato en esta carrera de fin de semestre y darle una vuelta a algunas estupideces que continúo haciendo aunque me dañan. Descansé y creo estar listo para el último empujón de este semestre, que del otro, aún no quiero ver absolutamente nada.
Intento darle también a la escritura de aquel texto loco, pero se me resiste bastante y tampoco la sopa de pollo y el pollo magro sin nada hacen milagros ¿No? Ok, me despido de momento, que ya escribiré para contar cosas mejores, espero.

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